Por: Miguel Castañeda, estudiante de Comunicación Social
En la Institución Educativa El Mango, de la vereda El Rosario, en el municipio de Morales, Cauca, los estudiantes de quinto grado vivieron una experiencia educativa y lúdica con la propuesta pedagógica llamada «Café Aventura».

Por: Miguel Castañeda
Desde el momento en que llegué, noté la curiosidad en los rostros de los estudiantes, ya que no era un día común de clases: traía una propuesta especial, una aventura para conocer el café, su historia, su proceso y su impacto en nuestras vidas.
Antes de iniciar, pedí permiso al rector, David León, quien amablemente apoyó la iniciativa. Su respaldo fue clave para llevar a cabo «Café Aventura», una actividad basada en la gamificación y el aprendizaje interactivo. Sabía que debía hacer de esta experiencia algo memorable, algo que los niños no solo comprendieran, sino también disfrutaran.
La actividad fue diseñada para acercar a los estudiantes al fascinante mundo del café, desde su origen hasta su consumo, a través de videos educativos y un juego interactivo.
Reunidos en el aula, los niños me observaban con atención. Me alegró escucharlos llamarme «profesor», un título que llevaba con orgullo en ese momento, consciente de la responsabilidad de guiarlos en este viaje educativo.

Grupo de trabajo: Taller de participación «Aventura Café» con estudiantes de primaria de la Institución Educativa El Mango, de la vereda El Rosario, en el municipio de Morales, Cauca.
Comenzamos con la proyección de dos videos educativos. El primero, protagonizado por «El Borrego, el influencer», explicó de manera dinámica y entretenida cómo se germina el café, cómo crece, cómo se cosecha y cómo, tras un largo proceso, llega a convertirse en la bebida que tantas personas disfrutan cada día. Veía en sus ojos el asombro al descubrir todo el esfuerzo detrás de una simple taza de café.
Este video permitió a los niños visualizar cada una de las etapas del proceso, desde la siembra hasta la cosecha, pasando por el secado, la molienda y la preparación final. Se mostraron atentos y participativos, pues el lenguaje sencillo y la narración animada facilitaron su comprensión. Además, promovimos la interacción con preguntas abiertas durante la proyección para incentivar su reflexión y motivar su participación activa.
El segundo video era una animación que narraba el origen del café en Etiopía. A través de imágenes llamativas y una historia envolvente, les conté cómo los antiguos pastores etíopes notaron que sus cabras se llenaban de energía al comer granos de café, dando inicio a un descubrimiento que se expandiría por todo el mundo. Esta parte de la actividad despertó muchas preguntas: «¿Cómo llegó el café hasta Colombia?», «¿Por qué algunas personas no pueden tomar café?», «¿Es cierto que en algunos países se toma café con especias?». Me alegró verlos tan involucrados, demostrando un interés genuino por el tema.
Me asombró ver cómo los estudiantes se sorprendieron al descubrir que una bebida tan común en sus hogares tiene una historia rica y milenaria. Por ello, hicimos especial énfasis en la travesía del café, desde África hasta otros continentes, destacando su llegada a Europa y América, donde adquirió gran importancia cultural y económica.
A lo largo del video realizamos pausas estratégicas para permitir comentarios y observaciones de los niños, quienes mostraron gran interés en cómo el café ha influido en diferentes sociedades a lo largo de la historia.
Después de los videos, llegó el momento de evaluar su comprensión mediante una serie de preguntas. Les planteé cuestiones sobre el contenido de los videos, fomentando la discusión y el pensamiento crítico. Dividí la clase en dos grupos para jugar en Kahoot, una plataforma que permite crear sesiones de preguntas diseñadas para reforzar el aprendizaje. Me aseguré de que las preguntas fueran cuidadosamente formuladas, evaluando su comprensión y fomentando la reflexión de manera amigable y divertida.
El juego interactivo se llamó «El Café». Los estudiantes, diez en total, se dividieron en dos grupos de cinco. Compitieron respondiendo 18 preguntas en la pantalla; el grupo que respondiera correctamente ganaba un punto por cada acierto. La dinámica generó entusiasmo y una sana competencia entre los participantes, quienes se esforzaron por recordar lo aprendido en los videos.
Cada vez que una respuesta correcta aparecía en la pantalla, se escuchaban aplausos y risas de celebración. Si alguien se equivocaba, no era un problema: explicaba la respuesta correcta y su razón de ser, asegurándome de que aprendieran sin miedo a equivocarse.
Durante esta dinámica surgió un pequeño inconveniente con un estudiante que parecía más interesado en distraer a sus compañeros que en participar activamente. Tuve que llamarle la atención varias veces, procurando que la actividad no perdiera su ritmo. A pesar de ello, el ambiente general se mantuvo animado y participativo.

Al finalizar el juego, los niños se veían emocionados y satisfechos con su desempeño. No importaba quién tuviera más puntos; lo esencial era lo que habían aprendido durante el proceso. Como reconocimiento, les entregué dulces a cada uno, un pequeño detalle que terminó de cerrar la actividad con una sonrisa en sus rostros.
Para conocer su perspectiva, pedí a dos estudiantes que compartieran su experiencia.
Paulina Orozco Capote, con una sonrisa, expresó:
«Me gustó mucho la actividad porque aprendimos sobre el café de una manera diferente. No sabía que venía de Etiopía ni todo lo que hay que hacer para producirlo. También me gustó que jugáramos porque así aprendí mejor y no fue aburrido».
Por su parte, Santiago Pillimue Trochez comentó:
«Lo que más me gustó fue el juego, porque así todos pudimos participar. También aprendí cosas que no sabía, como que el café se lleva a muchos países y que hay diferentes formas de prepararlo. Me gustaría hacer más actividades como esta».
Sus palabras confirmaron que la propuesta pedagógica había logrado su objetivo: no solo adquirieron conocimientos sobre el café, sino que lo hicieron de una manera entretenida y significativa.
Para mí, «Café Aventura» fue más que una actividad educativa; fue una experiencia enriquecedora que me permitió conectar con los estudiantes y reafirmar la importancia de la educación interactiva. Disfruté cada momento compartido, la manera en que mostraban interés, las preguntas curiosas que surgían y el entusiasmo con el que participaron en el juego.
Hubo retos, como el estudiante que requería más atención y disciplina, pero también aprendizajes. Comprendí que ser llamado «profesor» implica no solo enseñar, sino también guiar, motivar y, en ocasiones, corregir.
Al finalizar la jornada, me quedé con la satisfacción de haber dejado una huella en los estudiantes, así como ellos dejaron una en mí. «Café Aventura» fue una prueba de que el aprendizaje puede ser divertido, dinámico y efectivo cuando se combina con la curiosidad y el juego.
Salí de la escuela con una sonrisa, sabiendo que ese día, en una pequeña aula de la vereda El Rosario, había contribuido a sembrar en los niños una semilla de conocimiento, igual que el café que ellos ahora comprendían mejor.
Este formato interactivo fomentó la colaboración y el aprendizaje significativo, permitiendo que cada estudiante se sintiera involucrado en su propio proceso educativo. A partir de esta experiencia, se abre la posibilidad de replicar este tipo de dinámicas en otros contextos educativos, incorporando nuevas temáticas y herramientas que potencien el aprendizaje.
«Café Aventura» demostró que la combinación de tecnología, narrativas atractivas y gamificación puede transformar la manera en que los niños se relacionan con el conocimiento, haciendo de la educación un proceso más enriquecedor, divertido e interactivo.