La Educación como un derecho para los seres humanos, conduce a la transformación y evolución constante; el nutrir mediante conceptos, pensamientos y experiencias a los niños, jóvenes y adultos, se convierte en una labor loable que demanda gran responsabilidad del maestro en el proceso de formación. Asimismo, implica el compromiso constante del estudiante de nutrirse del conocimiento para crecer en pensamientos e ideas en su evolución y transformación como individuo.
En este proceso de intercambio y retroalimentación, resulta fundamental tener en cuenta principios rectores para el trato en la relación educativa que se establece entre el educador y el educando, que más allá de pensarse como una tradicional educación bancaria al que hacia referencia Paulo Freyre, es empezar a pensar en el otro como un ser humano que merece respeto, un trato con dignidad y reconocimiento de sus particularidades en la diferencia.
La educación como un puente de acercamiento requiere despertar una concienciación cultural que promueva la tolerancia, el reconocimiento de cada ser como único e irrepetible que tiene un mundo por ofrecer con sus propias habilidades y talentos. Sin embargo, en ocasiones se ha tratado de estandarizar a las personas en los que saben y no saben, desconociendo los diferentes tipos de inteligencia que ha hecho que muchas de los individuos, no valoren ni reconozcan sus propios dones por tratar de ser o parecerse al otro.
Uno de los principios de vida en comunidad apunta a que todos los seres humanos merecen ser respetados en la sociedad y sentirse parte integra de esta. Por lo cual las personas son libres de expresar sus ideas y opiniones aun cuando estas no sean compartidas por los demás. Y por ello no ser objeto de aislamiento, agresión, rechazo y discriminación por parte de sus semejantes.
Lo anterior conlleva a promover la tolerancia como un valor, un estilo de vida que facilita la convivencia; así mismo, la oportunidad de ingresar al sistema educativo con las mismas posibilidades de aprendizaje en condiciones dignas y de calidad.
En la relación que se establece entre los seres humanos, sobre todo en el ámbito familiar y educativo, se posibilita que sean los padres, los maestros, orientadores que acompañan a los niños y jóvenes en su proceso de formación. En este sentido, la Pedagogía que surgió en la calle, en la interacción entre sujetos, ha permitido, el reconocimiento de su naturaleza particular teniendo en cuenta sus sentimientos, sus emociones que sumado al acto formativo son pilares necesarios para fomentar la construcción propositiva de un proyecto de vida.
La responsabilidad de enrutar a los sujetos y hacerlos conscientes de su contexto, les proporcionará la adaptación a diversos entornos, permitiendo a los alumnos confrontarse ante la vida y sus diferentes situaciones, generando reflexiones críticas frente a su realidad circundante para proponer sus propios cambios y transformaciones hacia un mejoramiento personal y colectivo. En este sentido, el currículo es fundamental para conducir al estudiante a ser protagonista de su propio desarrollo y aportar para bien en la sociedad desde lo que elija ser respetándose en la diversidad.
Desde la educación se provee de una gama de posibilidades para que cada ser humano decida en libertad lo que quiere ser para lo cual a lo largo de su vida, es capaz de tener autonomía para actuar no solo pensando en su bienestar sino en el de la sociedad.
Es de destacar, que en el transcurso de la vida, se van a presentar situaciones complejas; no obstante, la educación como parte influyente en la formación integral, es una oportunidad en la formación de personas resilientes ante las dificultades, capaces de resolver los problemas desde su propia aceptación y reconocimiento como ser humano vulnerable con sus aciertos y desaciertos.
Al reconocerse a sí mismo como sujeto de derechos y sentirse capaz de superar las dificultades, le ayudará a generar una identidad con amor propio y valorar lo que tiene, convirtiéndose en ejemplo para otras personas.
Ser capaces de retroalimentar sus experiencias, saberes y conocimientos de la vida, siendo gestionados para un bien común, permitirán que sean replicados para beneficio de otros miembros.
Es allí donde desde las instituciones educativas es posible alcanzar una adecuada gestión e innovación, para aprovechar los recursos humanos y técnicos con el propósito de generar ideas y transferirlas a otros miembros de la organización, no solo para la resolución inmediata de problemas, satisfacer sus necesidades personales y colectivas, sino también como ejemplos de reconocimiento, amor y perdón.
Desde el interés investigativo, se evidencia como oportuno que en las instituciones educativas, más allá de formar en el conocimiento específico de las asignaturas, se oriente también una formación integral humanista. Además del aula de clases como lugar de intercambio de conocimiento, se han fomentado desde la articulación de la educación y la investigación, escenarios de aprendizaje como los semilleros que son un espacio de encuentro entre el docente y el estudiante alrededor de una idea, de un problema, de una necesidad o situación que se quiere mejorar.
Ese encuentro de dos o más sujetos con experiencias previas y mundos diferentes puede confluir en ideas conjuntas y novedosas que desde la academia se gestan para aportar al mejoramiento del entorno. Permitir que los estudiantes sean partícipes en la formulación de proyectos e iniciativas que los involucren, promueve en ellos la responsabilidad social y el y asumirse como sujetos objeto de derechos pero también con deberes como ciudadanos que aporten al bien común.