Natalia Marcela Muñoz Mera
Estudiante de Comunicación Social – Periodismo
Fundación Universitaria de Popayán
Nadie imaginó que en el plebiscito, ganara el NO, ni siquiera los representantes de dicha noción, el único que estaba completamente optimista ante el triunfo del no, era Francisco Santos, un fiel creyente de sus convicciones y del arduo trabajo que por meses llevaba haciendo.
Álvaro Uribe, de manera sigilosa, pero contundente, estaba silencioso con una onda expansiva, haciendo una campaña que aunque escuchada por pocos medios de comunicación, estaba siendo agresivamente comunicada en todos los pueblos de Antioquia y regiones aledañas, y no solo él estaba al asecho, sus partidistas y colaboradores del Centro Democrático estaban con él, regados por los demás departamentos de Colombia, que aunque ante el público se veían pocos, resultaron siendo los que con torrenciales lluvias y haciéndole frente al huracán Mathew, salieron a votar, sin miedo y con orgullo a decir no a los acuerdos formulados por más de 4 años en la habana para la terminación del nombre de un grupo armando, las FARC–EP.
Nadie, ni mucho menos el presidente Juan Manuel Santos Calderón, imaginarían el fatídico resultado, pues con todos los millones invertidos en campañas publicitarias para el SÍ en medios de comunicación, y tanto espectáculo de firmas, en uno de los mejores territorios de Colombia, como lo es Cartagena, se suponía evidente que con dicho convencimiento y arrogancia ganaría el plebiscito, primero porque es la primera vez en más de 52 años de guerra que Colombia tiene la oportunidad de culminar una guerra de dicha magnitud y dos porque creía que ya todo era un hecho, pues con la firma en la Habana y el respaldo de organismos internacionales, pareciese que el momento anhelado estaría por llegar; pero Colombia por ser un país unitario y democrático, tendría una pieza faltante, fundamental, decisiva e importante, que resultó siendo la finalidad y quien por primera vez parece ser mencionado, la voz del pueblo, quienes tomaron una decisión, buena o mala, es la que hoy nos tiene hablando a todos de paz y una reconfiguración de los puntos pactados en el acuerdo.
Pero si bien cabe mencionar que dentro del gran discurso el pasado 26 de septiembre del presidente actual colombiano, se mencionaron palabras importantes, y más que las escritas por Rafael Núñez en el himno de la República de Colombia, fueron las dichas por Santos: “todo pacto de paz es imperfecto, pero prefiero un pacto mal hecho a seguir viendo sufrimiento y una guerra perfecta” seria acaso un mensaje subliminal para que los colombianos votaron NO, porque hasta él como máximo cabecilla de paz estaba en contra de entregarle el país políticamente a los guerrilleros, o fueron palabras mal redactadas que al final dan a significar que el acto de paz con sus seis acuerdos es pésimo pero ¿No hay otra alternativa que firmar? Es algo que se queda en el tintero como muchos argumentos y fijaciones políticas en Colombia. Lo que si bien es cierto es que los colombianos tuvieron la última palabra, y fue efectuada el 2 de octubre.
Sin más la lucha que se vivió en el país, no fue por el SÍ o por el NO, es una lucha que lleva seis años entre el Ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe y el actual presidente de Colombia, una lucha de polarizaciones que llevó al país a una división del 51% y 49% en las urnas, pero más que eso, fue la pregunta que se emitida “¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?” Una pregunta influyente, dominante y neutral, pero mal redactada, porque paz estable y duradera, sí y solo sí, la firma fuese con todos los grupos al margen de la ley que siguen delinquiendo por ahí como ELN, las Bacrim, los Urabeños, delincuencia común etc. Una pregunta eficiente hubiese sido ¿Está de acuerdo con el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas de las FARC? O bien ¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto entre el Gobierno Nacional y las FARC? Pues de esta forma tal vez las personas que no se leyeron el acuerdo de 297 páginas, al menos hubieran tenido una pregunta sincera y correcta, más no una falsa ilusión.
Un acuerdo de 297 páginas, que un país iletrado y de poca cultural lectora como el mío no se leería, ni se leerán, porque si un resumen de 2 páginas es mucho cuando se trata de política, para algunos, lógicamente. Por otro lado está que la educación colombiana de alta calidad es para unos pocos, aún con pena y tristeza puedo decir que hay personas analfabetas, y que, si saben leer no comprenderían muchas de las palabras, significados y oraciones mencionados, y lo digo porque algunos periodístas y politólogos tardaron algunos días para leer, entender e interpretar en un profundo análisis objetivo el acuerdo, no quiero ni imaginar ni mucho menos saber de la gente que ha sido atacada por la guerrilla y vive en zonas rojas, en donde muchas de las escuelas y libros han sido incinerados. Triste realidad de mi país, sí, pero el acuerdo o mamotreto de 297 páginas lo tomo como un insulto, y un arma de doble filo, pues el gobierno sabe que una persona común y corriente no iba a leerlo, y por el contrario, los medios se encargarían de convencerlos, pues un asalariado en Colombia, carece de tiempo, por el trabajo, y cuando llega a su hogar prende el radio o la tv, pues con horarios de ocho horas por un mínimo, no alcanza ni para leer, además hay personas que gastan una o dos horas en las grandes ciudades para llegar a su casa, y su único canal de información es el voz a voz, y si una persona le informa otra es por lo que ha escuchado en los medios de comunicaciones, medios que también estaban polarizados, pues en unos canales decían si y en otros no.
Que se espera de hoy en adelante, que el presidente Santos y el senador Uribe se reúnan para que lleguen a una conciliación, y determinen unos acuerdos en los cuales las dos partes se sientan satisfechas o al menos eso es lo que dice mi muro cada vez que entro a Facebook, cuando en realidad la última palabra la tiene Rafael Londoño Echeverri (Timochenko), en sus manos está el cese al fuego, y también en los beneficios que le pueda proponer Santos para no alterar aún más al país.
Ganó el NO, y por primera vez, paso lo inesperado. Hay zozobra, comentarios, peleas y enfrentamientos entre la sociedad, pero el fin es la paz, y por último ganó el centro del país, es decir el área urbana, que somos quienes mas hemos sufrido por el conflicto armado en los centros comerciales, porque las personas que de verdad han vivido la guerra ganaron, perdonaron y votaron sí, pero como siempre no fueron escuchadas.