Relatos
Por: María Camila Solis Dorado – Edición: Gustavo Chaucanes

En el corazón de Popayán, entre los murmullos del Parque Caldas y el vaivén de la gente, mi lente
capturó un instante que trasciende el tiempo y un aire que no pertenecía aquí.
Una mujer, hija de la Amazonia, se erige como un testimonio vivo de un territorio que respira por todos nosotros.
Su presencia impregnada de historias y
saberes ancestrales, es un eco de la selva, un susurro de raíces profundas resistentes al olvido y a la cultura.
Ella es una mujer perteneciente a una comunidad indígena amazónica, portadora sabiduría que se
transmite de generación en generación. Su capacidad para hablar con apropiación su lengua indígena resalta la riqueza cultural y lingüística de esta región.
Tejidos de un alma

Cada hilo entrelazado en sus manos es un
testimonio de historia, resistencia y tradición.
Fotografía del rostro de una dulce mujer que se
proporcionó al ajuste de mi cámara, una mujer de
la comunidad Guambiana teje con la paciencia
heredada de generaciones, convirtiendo el tejido en un puente entre el pasado y el presente.
Su vestimenta, con los colores distintivos de su pueblo, el azul profundo de su manto representa el
vínculo con el cielo y la espiritualidad; el rojo
vibrante evoca la lucha y la fuerza de su pueblo;
mientras que el blanco en sus collares y detalles en
su atuendo sugiere sabiduría.
Su concentración absoluta refleja la dedicación de quienes han hecho del arte textil una
manifestación de identidad, en la ciudad vestida de blanco. Las mochilas tejidas que
intentan abrazarla, son mucho más que ventas; son expresiones de un arte milenario en el
que cada color y diseño cuenta historias de la tierra, la comunidad y su cosmovisión. En su
meticuloso trabajo, se observa la continuidad de un legado que sobrevive a pesar de la
emergente modernidad.
En la cultura Guambiana, el tejido no es solo una labor artesanal; es un lenguaje simbólico
donde cada color y patrón narran relatos de la naturaleza, la cosmovisión indígena y las
experiencias de su comunidad. Con cada puntada, se bordan recuerdos y conocimientos
que se transmiten de madres a hijas, asegurando la continuidad de una tradición resistente
al paso del tiempo.
Esta fotografía, representa la conexión profunda entre identidad y arte, un reflejo de la
historia de un pueblo que se niega a desaparecer. Para la audiencia, es una invitación a
valorar y respetar la riqueza cultural de los pueblos indígenas, cuyo legado sigue vivo en
cada fibra de sus creaciones.