Por: Juan Andrés Paz Carvajal, estudiante de Comunicación Social FUP
Un viejo centavo con sangre seca hizo que él sintiera en toda la médula una terrible advertencia, esa entrada al bosque con una inmensa obscuridad que da la sensación de “lo que entra no vuelve a salir”. El rumor de un aquelarre en lo profundo del bosque da una sensación de miedo y la superstición del hecho te hace ver sombras caminando junto al viejo vagón que se visualiza entre la penumbra. No sabe si entrar o volver a casa y ver esa vieja entrada al bosque desde la tranquilidad de su balcón, sin embargo, la curiosidad y el pensamiento irracional causado por el alcohol y cigarrillos baratos, hacen que quiera entrar y confirmar si el rumor es real. Aquella aventura estúpida de adentrarse en un bosque de noche, simplemente con una linterna casi descargada, un encendedor y una cajetilla de cigarrillos, dan la sensación de un viaje interminable. El vacío en la boca del estómago por el miedo hace que saque su cajetilla y cuenta los cigarrillos – Diecinueve – dice entre dientes.
La luz de la linterna se hace cada vez menos visible, no sabe si es por la batería o es la noche cubriéndolo con su espesa oscuridad, al igual que los ruidos que escucha no distingue si son del bosque, su corazón palpitando fuerte o algo que su mente no logra entender. Al adentrarse más pisa accidentalmente un montón blando de blusas largas y blancas, se extraña de que estén totalmente limpias, inexplicablemente el corazón empieza a palpitar tan fuerte que se escucha como un tambor, mira hacia arriba, con la mirada empieza a atravesar el espeso ramaje y mira 6 cuerpos desnudos de mujeres flotando, llega al centro del encuentro totalmente en el aire y escucha muchas voces al mismo tiempo – ¡Tu alma no es apetecible! – cayendo desde lo alto y recobrar la conciencia parado en la entrada del bosque, mirando hacia la obscuridad, con una botella de whisky y diecinueve cigarrillos.