Juan Pablo Sánchez y Johana Izquierdo
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Estudiantes Comunicación Social FUP
Se sentó frente al espejo recordando todo lo sucedido la noche anterior. Ella es una joven como cualquiera, pero con una pregunta que no sabe ¿Por qué me pasa a mí?
Se ven a diario casos de violencia frente a las mujeres, pero no todos son expuestos a la luz.
Y ahí estaba yo, mirándome al espejo sin tener esa respuesta que estaba esperando, sin saber por qué me había sucedido, sí, fui víctima de la violencia; fue una noche de viernes que como cualquier fin de semana salí con mis amigos a divertirme pero jamás pensé que la diversión terminara en lágrimas.
Todo pasó en un segundo, él llegó de forma violenta a dirigirme la palabra. En el momento que yo cerré los ojos sentí el primer golpe, luego seguía gritando, mantuve mis ojos cerrados para no mirarlo de frente y con esto vino un golpe en la espalda, pedí auxilio pero de nada sirvió porque nadie me escuchó, jamás había visto una mirada con tanto odio y resentimiento, son de esas miradas que quedas frio del terror porque no sabes que puedes esperar.
Dicen que cuando cierras los ojos es para imaginar o para soñar, pero no; ésta vez los cerré porque no quería seguir mirando ese hombre que tenía al frente, a quien yo decía que amaba pero ese amor se había convertido en dolor, lágrimas y sufrimiento.
Mi boca solo decía que parara y mis lágrimas pedían auxilio, pero él…él se convirtió en una bestia salvaje, de esas que no paran hasta verte caer.
Desde esa noche me pregunto por qué a mí, por qué no escuchó mi voz cuando le gritaba que parara, por qué se convirtió en alguien que jamás había visto en persona.
Tratando de cerrar mis ojos y tratando de encontrar una explicación, me quedé despierta casi toda la noche, decidí salir a fumarme un cigarrillo, ver las estrellas para ver si podía hacer figuras con ellas, pero no, cada vez que cerraba los ojos veía esa escena una y otra vez, como si acabara de suceder, caía una lagrima sobre otra, como cuando eres bebé y lloras con todo el sentimiento.
Justo ahora no me interesaba el por qué me había pasado a mí ya que sabía que no le iba a encontrar una respuesta, entonces mi pregunta era ¿Cómo podría sacar esa imagen de mi cabeza? ¿Quién podría ayudarme si en este país un muerto mas no hace la diferencia?
Hay dolores más difíciles de curar y son los del alma, aquellos que se curan con el tiempo, esta vez no sabía de cuánto tiempo iba a necesitar para poderme curar emocionalmente de esto.
Después me preguntaba ¿cómo salir sin tener miedo a ser golpeada por un cobarde?, no podía quedarme en casa, mucho menos dejar que todo esto afectara mi vida.
Entonces miraba las cosas o mejor dicho los hombres de otra manera, les tengo miedo, sin embargo, sé cómo diferenciar una mirada de ayuda a una mirada de querer hacer daño y dolor.
Prefiero no pararme frente al espejo, porque cada vez que me veo se refleja en mi todo lo que pasó aquella noche de viernes, que para algunos fue un ‘viernes social’, pero para mí fue una gran lección que me cambió la vida.
Actualmente no estamos seguros con un policía al lado, resulta que hay personas que viven con una constante ira que acaba hasta con la semilla del amor, terminamos siendo presos de alguien con quien un día soñamos ser felices y de un momento a otro nos encerró para jamás volver a volar.
A una mujer maltratada se le pudren los pétalos, se caen y ella misma crea una coraza que sin darse cuenta la destruye por dentro, hasta que llega el día en el que el perdón hace su magia y aunque no sea inmediato poco a poco surge un corazón nuevo, uno que tiene la posibilidad de amar.