Victoria Eugenia Arenas Belalcázar
Estudiante de Comunicación Social – Periodismo. FUP
[dropcap]P[/dropcap] Parecía el septiembre más largo de mi estadía en este pueblo, bueno, realmente ciudad, pues Popayán es el lugar donde me encuentro hoy, todo parecía normal, las gentes como siempre con esas malas caras que expresan desagrado por todo lo que hacen, no había parado de llover en dos semanas y hoy no era la excepción, el cielo se tornaba cada vez más oscuro y la lluvia caía cada vez más fría, era mi día, hoy quería sacarle a mi alma una sonrisa, hoy sería el día de mi banquete, si descendió a los infiernos y al tercer día resucito entre los muertos pues que los venga a salvar, su Dios, su señor, su creador, porque hoy, alguien morirá.
Este alto y enjuto personaje que siempre vestía de capa negra, una vez más quería salirse con la suya, no era la primera ciudad que visitaba ni tampoco sería la última, había escogido a Popayán porque pensaba que por ser ciudad pequeña se podría mover con facilidad y apoderarse así de la belleza femenina que azotaba su sed. Todo transcurría con normalidad y Susana Zisermman estudiaba juiciosa como todos los días, con su bello negro y ese listón rojo que adornaba su tersa piel blanca dándole un toque de pureza y pasión a lo que era tan impactante mujer, pues con sus senos redondos, el abdomen plano y su cadera voluminosa causaba gran admiración de todo aquel que pasaba por su lado en la ciudad blanca de Colombia.
– El hambre me agobia, tengo una sed insaciable y mi obsesión por ella es cada vez más fuerte, su mágico olor a mujer sexy atrae mis instintos, está a punto de dejarme al descubierto, mi olfato fino y sensible me pide que me acerca lo más pronto posible.
Mientras el tiempo seguía su curso él observaba a Susana cada día, analizaba sus movimientos mientras salía de su casa y se dirigía a la Universidad, evaluaba cada respiro e intentaba ser lo más meticuloso posible para que Zísermman no se diera cuenta de que la estaban persiguiendo. Una noche antes de que el plan fuese ejecutado algo inesperado sucedió en la habitación de Susana.
– ¡Agg!, otra vez tendré que leer el libro de Antropología, no sé nada para el parcial de mañana.
En ese momento abrió su libro y algo cayó sobre el suelo. Tenía su nombre mecanografiado.
– Qué extraño – dijo la muchacha.
Era una carta, una carta jamás antes vista por Susana, su aspecto era terrorífico, estaba firmada con sangre, dudó antes de abrirla pero finalmente se arriesgó y extrajo dos hojas. Leyó solo la primera línea:
– Feliz retorno a casa, bienvenida al primer día de su muerte.
Ella respiró profundo y apoyó su mano contra el escritorio para no perder el equilibrio, tomó la decisión de no seguir leyendo pues el pánico se apoderaba de su cuerpo y su corazón le pedía a gritos que no lo torturara más, solo se limitó a leer los dos últimos renglones de la misma llevándose consigo una sorpresa mayor.
– Son las 9:36 p.m. a partir de este momento tiene 16 horas exactamente para despedirse de su familia, hacer por última vez lo que más le gusta y disfrutar de esta asquerosa ciudad lo poco que le puede brindar.
La carta estaba firmada en mayúscula y resaltaba el inconfundible olor a sangre: DAMIÁN STROSSNER.
Susana Zísermman se recostó en su cama, dio vueltas en ella una y otra vez, estaba anonadada, nada le cuadraba, el miedo irrumpía el tenue silencio que acaparaba su habitación.
– Es inexplicable, ya no puedo más con esto, en menos de 16 horas voy a mo… ¿qué es esa sombra? ¿quién anda ahí?
En ese momento le tocaron los hombros a Susana, cuidadosamente miró y…
– ¡Aaah!
Zisermman emitió un grito terrorífico jamás antes escuchado, tenía frente a ella el rostro más macabro que había podido ver en su existencia, los ojos de Damián estaban brotados y se le podían ver sus venas negras inflamadas, le corría sangre por toda su cara y las profundas heridas en su piel arrugada y ajada permitían que la chica viese la contracción de sus músculos faciales y fuese más tétrico para ella, el asesino se acercaba lentamente para torturarla pero Susana cerró muy bien los ojos y cuando los abrió ya no estaba, todo en su habitación se encontraba en orden.
Después de llorar y lamentarse por una par de horas se resignó, optó por hacer caso omiso a la carta y decidió actuar como si nada hubiese pasado, estaba decidida a continuar su vida normal a la mañana siguiente.
– Me puse la bata negra de cuello alto.
Damián siempre utilizaba esta vestimenta para llevar a cabo sus asesinatos
– Necesitaba probar rápido ese fascinante olor a sangre fresca que emitía Susana, me estaba volviendo loco sin tenerla, estaba listo para salir tras su huella.
La hora se había cumplido, Damián salió tras su objetivo pero notó que las calles estaban un poco vacías, algo raro estaba pasando en ese pueblo.
– ¿Qué es lo que pasa hoy?, las calles están vacías, ningún carro me molesta con sus estruendosos pitos. ¿será que estoy loco? No, tal vez deben ser estás incontrolables ganas de comida que me están consumiendo cada vez más.
Susana salió de casa hacia la Universidad como todos los días pero con la diferencia de que hoy estaba invadida por un temor inmenso que recorría todas las partes de su cuerpo, la adrenalina se movía en milésimas de segundos por cada una de sus venas, el miedo se apoderaba de ella. Miraba a todas partes, no pensaba en nada más que en su muerte mientras que Damián Strossner la seguía, disfrutando de las abrumadoras actitudes de Zísermman causándole cada vez más un deseo incontrolable por tan bella chica. Todo estaba listo, Strosner atacaría en el momento en que la hermosa e inocente mujer subiese a la ruta que tomaba todos los días para dirigirse a estudiar, pues este medio de transporte a la hora en la que ella hacía uso de él permanecía vacío.
Se fue acercando despacio a la muchacha, aproximándose más y más hasta que estuvo a un paso detrás de ella, Zísermman no le sintió, era ahí a sus espaldas el momento en que el asesino enterraría sus enormes, afilados y amarillentos dientes sobre el delicado cuello de la chica. Los dos subieron a la buseta, la oportunidad perfecta había llegado pero Damian Strossner nunca imagino lo que le depara el destino, pues en la vida y a la hora de la muerte nada es como parece.
– Pero, ¿qué es todo esto?, este ruido me molesta, nunca había estado tan lleno este medio de transporte, no puedo atacar quedaría al descubierto.
El astuto homicida no entendía nada, su cabeza no explicaba el porqué de tanta gente apeñuzcada, molesta y malencarada en el bus, pues este no se había percatado de que era el día sin carro en la ciudad y todas las personas de Popayán hacían uso de los buses, por desgracia no podía matarla delante de todos; eso era ponerle sentencia a su propia muerte.
– Me siento opacado, la gente no me gusta, bajamos juntos, voy detrás de ella camino a su Universidad, todos caminan, van en bicicleta, otros usan patineta, peor aún otros van en patines, no me explico por qué se empeñan en alejarme de Susana, es mi deseo, hoy está más bella que nunca, su sangre me está volviendo loco pero no puedo hacerle nada, hay mucha gente caminando y me podrían ver, la cara de desespero de las personas por no encontrar medios de transporte las vuelve más agresivas no podría controlar sus emociones y me matarían, el hambre me consume pero la realidad me detiene.
Strossner decide alejarse de su presa, la presión y el medio no lo dejan proceder, nunca le había sucedido algo así pues nadie irrumpía sus planes pero él pensaba que era como si toda una ciudad se hubiese puesto de acuerdo para proteger a Susana Zísermman, no le quedó remedio que dirigirse a lo más alto de las montañas caucanas acompañado de esa fría brisa que sería su única acompañante a la hora de su muerte, el hambre le arrancaba cada parte de su cuerpo, poco a poco, lentamente, no comía hace más de un mes, la debilidad se apoderó de Damian tanto así que comenzó a alucinar. Las imágenes de Susana lo perseguían, era inevitable evadirla pues su olor y sus bellos ojos asechaban a Strossner, lo que veía el vampiro parecía tan real que él sentía la presencia de Susana.
– Sorpresa querido, supongo que no me esperabas aquí. Un placer, Susana Zísermman
Damián estaba sorprendido, no entendía qué hacía Susana junto a él.
– Pertenezco a algún momento de tu Arruinaste mi vida, todo era perfecto y me quitaste lo que más quería. Quizás no sepas cómo, por qué ni cuándo pero lo hiciste. Hiciste de mis instantes, momentos llenos de angustia y tristeza. Acabaste con mi vida y ahora estoy dispuesta a acabar con la tuya. Inicialmente pensé en matarte rápidamente. Pero me di cuenta que eso era demasiado fácil, asecharte y matarte no sería ningún reto, por eso decidí engañarte dejando que te ilusionaras conmigo como lo hice yo en el pasado. Tengo un poder que tú no tienes, puedo camuflar mi fuerte olor para que ningún otro de mi especie me reconozca. Pero ven, no tengas miedo, lee esto.
Susana le pasó una carta a Damián, este no lo podía creer, estaba lleno de pánico, abrió la carta y decidió solo leer las dos primeras líneas
– hoy inicia el día de tu muerte, poco a poco iré acabando con tu sangre. Que comience el juego.