Por Mayerly Pillimue Claros
Estudiante de segundo semestre Ecología
En una noche muy fría y lluviosa me encontraba con mi abuelo charlando sobre una de las historias más significativas de nuestra cultura…
Mucho tiempo atrás, se encontraban unos mayores, realizando un ritual donde ellos predecían señales muy fuertes de lo que sería un gran acontecimiento inimaginable.
Al pasar el tiempo, un día como cualquier otro, el cielo se nubló completamente, causando así una gran tormenta, los mayores se alertaron diciendo: ¡Llegó el gran día! tomando a su vez plantas medicinales, enseguida se dirigieron al rio, donde se presentaba una fuerte avalancha. Cuenta mi abuelo que cuando ellos llegaron hasta el borde del río, en medio del gran creciente, venía un niño envuelto en un chumbe dentro de una canastilla, en ese instante los mayores empezaron a lanzar manilas en forma de anzuelo para sacarlo del rio, en una de esas, un mayor exclamó ¡lo tengo! y halando fuertemente lo sacaron del rio.
La creciente se calmó, todos los mayores lo rodearon y miraron fijamente. Era un niño recién nacido que lloraba y brillaba como el oro, los abuelos lo acogieron y regresaron nuevamente al pueblo. Luego, convocaron a la comunidad para contar la buena nueva: “Ha nacido el hijo del agua”, manifestaron. Entonces, para alimentarlo, algunos mayores trajeron ganado debido a que él poseía una fuerza sobrenatural, así que las mujeres no podían amamantarlo puesto que les causaba la muerte.
Al pasar los años, el niño creció, de tal manera que enseñó y orientó sobre el cómo debemos convivir en el pueblo nasa, dejando así unos mandatos escritos que hasta el momento existen dentro de la cultura, uno de ellos es no mezclar la sangre y estar siempre en unidad.
Después de todo lo impartido, el hijo del agua convocó a la comunidad para decirles que había llegado el día en el que él debía regresar a casa. Todas las personas en medio de la tristeza se acercaron a él expresándole las gracias por todo lo que les había servido. Enseguida, el hombre tomó un bastón y se dirigió a una laguna muy grande, sumergiéndose dentro de ella para nunca volver.
Desde entonces los mayores lo bautizaron como “Juan Tama, el Hijo del Agua”.
Escuche a continuación el audio de esta historia