Ana María López Ramón
Socióloga
Universidad de Antioquia
Tuve la fortuna de tener una doble maestra. Una sola persona en dos escenarios distintos, pero con el mismo amor, la misma entrega y dedicación. Mi mamá me enseñó a atarme los cordones, a comer, a decir mis primeras palabrasy hasta me enseñó a caminar. Años después me enseñó los animales en inglés, me explicó cómo cambian los verbos, como decir muchas palabras en un minuto y en otro idioma, como conjugar el verbo to be y como prepararme para aprender más.
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Me devolvió por mis zapatos sucios, me dejó por fuera por llegar tarde, me regañó por no hacer mis tareas, me ayudó con ellas, me explicó de nuevo el verbo to be, se inventó dinámicas para los verbos, hizo carteleras, cambió su clase de inglés por un día de ética, volvió a los animales, preparó un dramatizado, izamos bandera, calificó el examen, se capacitó online, viajó a hacer un curso, volvió con más ideas, hicimos sopas de letras… todo el tiempo se re inventó para que muchos como yo aprendiéramos más fácil.
Cambié de colegio, me enseñaron a hacer carteleras, a preparar una buena exposición, aprendí química, física y dibujo, pinte un árbol. Construí un carro que nunca se movió, lo volví a intentar, volví a fallar, me enamoré de los libros, desarrollé mi escritura, participé en oratoria, gané.
Expuse sobre campamentos, hicimos un camping, cuidé las plantas, hicimos abono, perdí física, lloré 3 días, me volvieron a explicar jugando, la física es difícil, el profesor lo volvió a intentar, lo logré.
Me fui a la universidad, leí más, me felicitaron por mi exposición, amé mis carteleras, fui a la biblioteca, volví a clase, aprendí a leer más rápido, me gradué.
Cada día durante más de 20 años he tenido maestros todo el tiempo. Profesores que se quedan sin voz explicando una y otra vez lo mismo, profesores que traen juegos para aprender más fácil, otros que se inventan historias para acercarse a un alumno. Maestros que te enseñan desde lo más básico hasta lo más difícil, maestros que en una clase de español te enseñan matemáticas, inglés y hasta religión, personas que hoy salieron del aula por ti, por mí, por ellos.
Y es que enseñar es una de las cosas más difíciles y bellas que puede hacer un ser humano. Se necesita más que un libro, ser maestro requiere corazón y grandeza para volver mil veces al punto de partida, cambiar los caminos pero nunca el punto de llegada.
Por todo lo que recuerdo, por la gratitud y el amor que le tengo a muchos que dedicaron 2, 4 y hasta 6 horas semanales a enseñarme, por mi mamá que ha estado 24/7 año tras año, no cedan, no aflojen, no retrocedan ni un solo paso. Porque es justo, porque es necesario, porque el estado se los debe.
Y sí, creo que la educación ha perdido su rumbo, pero también creo que muchos continúan pintando un buen camino. Por ellos, ni un paso atrás.