Por: María José Hoyos Sandoval, Estudiante de comunicación social, FUP.
Diecinueve años atrás, en un hermoso pueblo que era tan diminuto como la mano de un bebé, pero tan hermoso y agradable como cada atardecer que se pintaba en sus blancas nubes encapotando a cada uno de sus habitantes en un ensueño sin fin.
Aquí, en los extramuros de este pequeño pueblo vivía María, una mujer de pelo lacio y suave como el algodón, su nariz era pequeña y hermosa, su boca fina y de color rojo como la sangre.
Se caracterizaba por ser amable y aventurera desde que flotaba en las entrañas de su madre. Todos la conocían en el pueblo, María era una chica de grandes afectos y de un enorme corazón. Cada persona sabía que, si requerían de su apoyo, la podían encontrar en su agradable hogar.
Le gustaba pintar y escribir, era una artista innata, tenía una habilidad abrumadora para sentir la vida atípica mente. Su estudio de arte tenía la vista más hermosa del pueblo, deleitaba su vida contemplando cada atardecer, sentada leyendo fragmentos de poesías y por qué no de filosofía, escuchando de fondo a uno de sus compositores favoritos, pues decía que las piezas de Mozart eran armónicas con su piano.
El, la hacía sentir como si estuviera bailando al unísono con la naturaleza y el bosque que la rodeaba, Su casa gozaba de enormes ventanales, tan limpios y transparentes que cuando eran observados daban la sensación de que María, la casa y el bosque se convertían en uno solo; a veces le gustaba contemplar los atardeceres que pintaba el cielo en una pequeña buhardilla de su hogar, pues eran idílicos, además, ahí guardaba todas sus antologías que por tantos años había conservado con vasto amor, le parecía alucinante como los rayos de sol mezclados con tonalidades extraterrestres, le otorgaban un efecto de luz estremecedor a sus viejas colecciones de libros y Long play de sus compositores y escritores predilectos.
Diecinueve años atrás María existía… ahora ¿Dónde está María? Solo queda su hermosa energía y el amor que dejo en cada persona que la conoció.