María Isabel López Jiménez
Popayán, Cauca
En cuanto llegué y marché por este mundo y en cuanto descubrí que la felicidad sólo se disfruta cuanto más se da, he sido plenamente feliz solo con verte sonreír al acaparar tu atención, sí, eso eres, fuiste y serás vida de mi vida hasta tanto me marche de aquí de la misma forma en que vine, solo así entendí que vivir cada día es morir un poco a la vez, pero entre más vivo menos afán tengo de devorarte, solo saborearte deseo hasta extinguirte entre mi lengua y mi sentir.
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Cuantas veces caminaron de mi mano seguros del sendero por donde iban, cuántas veces los abracé contra mi pecho sintiéndolos solo míos, cuánta felicidad se puede desbordar sin ver pero si sentir, cuántas veces me equivoqué al corregirlos y llorar en silencio y a hurtadillas, cuantas veces me pregunté y sentí miedo de no tener las respuestas. Y sin embargo descubrí con el tiempo, que mis niños se habían transformado en unos hombres maravillosos y decididos a conquistar el mundo y todo parece un sueño, porque el amor todo lo puede y siempre serán mis niños y siempre querré llevarlos de la mano, aunque finalmente, tal vez, sean ellos quienes me den su mano en el atardecer de mi existencia.
Alma que viajas por el universo de mi ser, canta porque la tristeza te está ganando la partida, refúgiame en tus melodías y deja que la tristeza se confunda entre los torrentes de mi escarlata sangre, si, que se pierda y no encuentre el camino de regreso, pues de ella sólo quiero las lágrimas convertidas en perlas preciosas para depositarlas en el cofre de mis recuerdos y nunca más llorar por las penas que causan a mi alma.