Por: Xiomara Rodriguez, estudiante de Comunicación Social FUP
El 9 abril de 1948: una fecha resonante en el oído de tantos y un puñal que presiona al corazón de muchos.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! Sonaron hilarantes los tres disparos que ese día detuvieron el corazón del líder social Jorge Eliecer Gaitán frente al Capitolio Nacional, un insólito silencio se apoderó de los presentes y no demoró en llegar la bultosa incertidumbre al resto del territorio como un grito infernal. Este fue el inicio del baño de sangre que a más de 200.000 personas les cobró la vida, pero, que aún ahora, resuenan en nuestras vidas las secuelas que arrasan con fuerza en el llamado “Conflicto armado”.
Aún me estremezco al recrear la escena palpitante de ese día en mi cabeza, escucho las voces que gritan ¡Gaitán, Gaitán! Los gemidos de injusticia recorren implacables mis sentidos al escudriñar en la historia de un pueblo que, sin memoria, repite a sabiendas los actos de insolencia política que le cobraron la vida a miles de sus compatriotas.
No mentía la biblia al afirmar “Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” 1TS. 5:3. Ese fue el catastrófico destino a transitar de todo individuo colombiano por la aclamada “Paz“, causa social del desplomo alimentario, desplazamiento, decesos, y refugiados a costillas de una minoría aprovechada del caos sin dirección manifestado por parte de la población.
«Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos» Jorge Eliecer Gaitán
Como dice Jedrowski, “Las pequeñas chispas también provocan incendios” ¿Caos? ¿Guerra? ¿El inicio? No, La recopilación de las violaciones a los Derechos Humanos desde gobiernos anteriores gestionaron el proceso de guerra, solo se requería una chispa para desatar la eufórica llama inconmensurable sobre todo ser aún en contra de su voluntad. “Libertad“ así le nombraron…