María Alejandra Rendón Cuenca
Estudiante de Comunicación Social – Periodismo
Fundación Universitaria de Popayán
En la ‘Ciudad Sorpresa’ de Colombia’, donde las montañas son del verde más diverso y el imponente volcán Galeras vigila todo el territorio, la diversidad de culturas se juntan para formar una fiesta llena de jolgorio y armonía, lo real se mezcla con lo mágico y los personajes míticos cobran vida a través de las manos de artesanos que están dispuestos a llevarlos en el evento más importante de San Juan de Pasto: el carnaval de Negros y Blancos. En esta hermosa ciudad, vive Franklin Melo Chaves, uno de los grandes maestros artesanos que hacen que cada año este magno evento sea posible.
Era una mañana de sábado y hacía mucho frío, el viento soplaba muy fuerte como si fuese agosto, pero aun así el ambiente era cálido, quizá porque me encontraba en la ciudad donde pasé los mejores años de mi infancia. Me dirigía hacia la Biblioteca para niños, ubicada en el suroccidente de Pasto, pues allí se encontraba Franklin.
No lo conocía, solo tenía una referencia de él -era un artesano-. Sentía temor, mis manos estaban sudorosas y mi corazón palpitaba a mil, no sabía si él iba a estar dispuesto a acceder a la entrevista. El momento llegó, me hallaba en lugar. Los vigilantes me dieron indicaciones de donde lo podía encontrar. Siguiendo sus órdenes caminé por una ‘terraza’ y allí había una puerta transparente con un marco gris. Golpeé, y observé que un hombre de piel trigueña se ponía de pie. Era alto y robusto, traía unos zapatos cafés puntudos y un overol azul oscuro con muchas manchas de pintura blanca y otras grises, creo yo, eran de arcilla. Me abrió la puerta y con una sonrisa muy amable me pasó la mano para saludarme.
-Buenos días, señorita
-¡Buenos días, maestro! – Le comenté sobre la entrevista y muy comedidamente me dijo que sí. Que siga.
Me conduje al interior del salón, había aproximadamente 8 niños, estaban en un taller de artística que se realiza cada fin de semana. Caminamos en medio de dos mesas largas y unas cuantas sillas ‘Rimax’, nos detuvimos frente a dos estantes altos y grandes donde había algunos periódicos, materiales de trabajo, base de esculturas en alambre y trabajos casi terminados por los niños y adultos mayores a quienes también les dicta un taller. “Mire, esta es la arcilla con la que se trabaja básicamente, es húmeda, pero cuando ya se la trabaja se vuelve dura. Después viene el proceso de empapelado, esa es la técnica tradicional del carnaval. Se utiliza papel de cemento o de periódico y después se aplica la pintura, eso sí, con colores alegres y carnavalescos.”
La voz de Franklin se iba perdiendo con el ruido que había en el recinto, los niños hablaban entre si y un sonido constante de un mototool con el que estaban puliendo las obras interrumpía la conversación. Decidimos salir a la ‘terraza’ para hablar mejor.
Este hombre amante del arte nariñense actualmente trabaja para la Secretaria de Cultura como tallerista en el área del carnaval, y cada semana se dirige a diferentes instituciones educativas para realizar los talleres artísticos. Básicamente su trabajo se enfoca en los niños, pero de los barrios de la periferia, ya que ellos tienen muchas problemáticas y decide instruir valores a través de una carroza que muestra la diversidad de personas y pensamiento, donde hay un hada de los deseos que los enseña, esta carroza la sacó en el carnaval el año pasado. También con otro grupo de niños elaboró una mini carrocita que evoca el cuento de los tres cerditos y donde se hace un homenaje a un maestro, Sigfredo, quien se retiró del carnaval. “Eso es lo que hacemos con la secretaría. Yo ya llevo… –una pausa mientras hace la cuenta- Sí, con este serían tres años trabajando con ellos, y bueno, también estamos trabajando con el adulto mayor y espero poder sacar con ellos una muestra en el carnaval”.
Toma un suspiro…con la mirada hacia el frente y una sonrisa de oreja a oreja me dice “yo ya llevo diez o quince años participando en el carnaval. De alguna u otra forma participando, pues uno siempre inicia ayudando a otros artesanos a realizar sus motivos y luego cuando uno coge experiencia se quiere lanzar sólo a esta travesía”
Me mira y sonríe con emoción. Continúa después de otro suspiro que evoca momentos y años que jamás se borrarán de la memoria de aquel artesano de overol azul. “Yo decidí lanzarme sólo, hace cuatro años, pues siendo el autor de las obras, mis propias creaciones. Comencé con un disfraz individual que tenía que ver con un duende que llevaba un tesoro, pero el tesoro en esta ocasión no era el oro sino el carnaval. Después con una minicarroza o sea, unas figuras que pusimos en un planchón que nosotros debíamos empujarlo, tenía que ver con el nacimiento del carnaval, de los maestros que están y los que ya no. Por ultimo una carroza, esas que se ponen en los grandes camiones.”
Un silencio… y vuelve… “Tengo la fortuna de que mis obras reposen en el museo del carnaval, ese que queda por Pandiaco (barrio de la ciudad), donde antes era el matadero municipal y pues allá está mi carroza completica, como se la sacó, y también el disfraz individual”.
-¿Cómo se llama la carroza?
– La carroza se llama “Que locura fiesta y literatura”. Tiene que ver con una obra de un maestro también nariñense. Tuvimos que hacer ese ejercicio de leer e investigar sobre la obra. Se llama “La carroza de Bolívar” tiene que ver con el mito de Bolívar, porque usted sabe que acá en Nariño no lo quieren mucho. La novela de Evelio Rosero, trata de las injusticias que realizó Simón Bolívar, lo muestra como el estratega que no lucha en las batallas sino como el que se lleva los créditos. Nada más.
-¿Ustedes quisieron recopilar ese tema entonces?
-Sí. Pero la verdad no quisimos meternos mucho. Porque había gente que estaba a favor otros en contra. Hasta imagínese que cuando estábamos haciendo la carroza me dijeron que “en la guerra todo se vale” y como en ese tiempo se estaba en guerra se podía matar, acabar… lo que sea.
Franklin agacha la mirada, se coge las manos… después de cinco segundo de silencio dice: “Lastimosamente no ganamos, pues nuestra carroza fue invisibilizada. Imagínese que personas que iban a ver como la elaborábamos o personas que trabajaban en la corporación del carnaval la ubicaban en los cinco primeros diez puestos, pero usted sabe que a muchos no les agrada que se toquen estos temas en el carnaval y nos la mandaron al penúltimo puesto. Pero lo bueno es que la anterior gobernación, tuvo esa visión de mirar el valor histórico, artístico que tiene la carroza y nos la mandaron al museo. Porque usted sabe que esto es historia nariñense”.
-Alejandra, una pregunta ¿Cuándo empieza la entrevista?
-Maestro, ya empezamos desde hace rato.
Los dos soltamos una carcajada.
-Maestro, ¿desde cuándo le nació el gusto de ser protagonista del carnaval?
-Pues mire, eso es un gusto que nace con uno. Mejor dicho, como le digo… “Pastuso que no le guste el carnaval no se llamaría pastuso”. Pues, desde niño tenía esas ganas, cuando estaba mirando las carrozas o los motivos pasar, siempre me daban esas ganas de ser partícipe del desfile ¿no? Bueno, eso me pasaba a mí. Además que desde pequeño tuve buenas aptitudes para el arte. –Suelta una media risa- y pues, eso se me dio ahora. Con la complicidad de mi esposa y mi hija, quienes fueron las que me metieron a esto del carnaval. Yo tenía la idea de que para entrar al carnaval yo tenía que prepararme por eso entré a la Universidad de Nariño a estudiar precisamente maestría en artes, pues porque yo tenía como dicen el talento para las artes. Me gusta la escultura, el modelado de figuras y la pintura. Esta fue la oportunidad para mostrarme y realizar mi primera obra.
Eso te cuento Alejandra… Pienso hacer más carrozas, porque como decimos en este gremio “el que se mete en el carnaval, no puede salir de él. Te engancha”
Ya son ocho años en los que el maestro Franklin ha estado en la famosa “senda del carnaval”, de cualquier manera como autor, ayudante o con los niños. En el Carnaval del 2016 salió con una muestra de 150 niños; unos iban con carrozas (fueron cuatro), otros en el colectivo coreográfico y los demás en una comparsa. Para el próximo año espera que sean más los que participen, pues desde enero ya se están preparando.
Mire, yo le quiero contar algo muy curioso que me pasó –Me lo dice con una sonrisa y mirada pícara-. Como le dije, el primer motivo que saqué de mi autoría fue un disfraz individual, se trata de un duende y pues usted sabe que estos tienen su mística, su magia, etcétera ¿no? Bueno, pues con esta figura descubrí que la magia existe. Porque empezaron a suceder cosas muy raras en mi taller mientras lo estaba elaborando. Primero no podía dormir, creo yo era novato en eso del carnaval, y pues a mí me gusta sacar cositas bien hechas y tal vez era la angustia de que no iba a salir bien, siempre me despertaba a las 3 de la mañana y el sueño se me iba, eso era desgastante y frustrante porque ese agotamiento no me dejaba continuar con mi trabajo, se perdían cosas y pues vea este duendecito me salió travieso tanto así que me tocó hacer un rito de bautizo.
-¿Cómo supo que era el duende?
-Porque algo en mí me lo decía y yo ya había leído e investigado sobre eso. Y pues mire, yo a una vecina ya le había hecho un duendecito muy pequeñito y ella en cierta ocasión me dijo “Vea, mi duende es bravo, porque me está haciendo maldades”. Le dije que les hagamos algo. Así fue, les dimos una serenata, yo llamé a unos amigos que tienen una murga (grupo de músicos), allí convenimos y los bautizamos. El mío se llama Gabriel y el de ella Iván… Iván el terrible –soltamos una carcajada-. Se hizo un brindis, la murga tocó, bailamos alrededor de ellos, les cantamos, les hablábamos… es que ellos eran como nuestros hijos porque le dimos vida a medida uno los iba construyendo. Así aprendí que uno tiene que pedirle permiso a los muñecos que va a elaborarlos, porque aunque no lo crea uno debe tenerle respeto, porque así, sí rinde el trabajo.
Bueno, le estaba contando mi historia, lo que me pasó con mi duende. Resulta que el último día el 5 de enero, cuando yo debía tener listo mi motivo me enfermé. No pude portarlo porque como ves, soy un poquito grande y pues mis cuñados hicieron un carrito de ruedas para ponerlo allí y eso está prohibido hacer por reglamento… ya se imaginará lo que pasó. Eso ha deber sido culpa por mi duendecito enojón. No hubo rito ni oración que valga, porque ese muérgano se enojó más. Me enfermé, me pasaron accidentes… solo algo bueno me ocurrió el 29 de diciembre, fue a visitarme la Primera Dama al taller cuando yo estaba haciendo mi obra, ese año era en el que el Presidente Juan Manuel Santos venía. Yo tenía unas cositas elaboradas
en resina quedadas, me dijeron que no tenían con que vestirse y pues ¡buena suerte la mía! Yo había guardado algunas cositas y vea, me las compraron a muy buen precio, también un sombrero pintado, tenía dos; uno lo cogió el Presidente Juan Manuel y el otro el Presidente Correa, el del Ecuador.
Esas cositas buenas, raras, malas son ¡la magia del carnaval!
Pero sabe, lo más significativo del carnaval para mí, es mi primera obra, esa que cobró vida con Gabriel. Pero lo más gratificante de todo, son estos talleres, esa vocación de enseñar, porque yo creo que allí se descubre que uno de verdad es maestro. Porque un maestro no es aquel que hace cosas bonitas y gana plata; los maestros verdaderos son esos que además de hacer cosas bonitas pueden trasmitir el conocimiento y los saberes. No hay nada más confortante que enseñarles a los niños, esos que son el futuro del Carnaval, porque muy pronto nosotros ya no vamos a estar, solo queda el legado que les dejamos.