Por: Sara Cepero Erazo, Estudiante Programa de Comunicación Social, Fundación Universitaria de Popayán
¿Cuánta tierra necesita un hombre? es un proyecto documental investigativo centrado en las dinámicas del campesinado colombiano, con el fin de generar productos audiovisuales que sean llamativos, teniendo implícita una estrategia comunicativa para volver a instalar el discurso del campo entendido como el futuro de la seguridad alimentaria de Colombia.
La idea comenzó como un proyecto de investigación para presentar a convocatorias nacionales de producción audiovisual, bajo la pregunta de cómo se representa el campesino en el siglo XXI y cuáles son los mecanismos de apropiación del discurso del campesinado, teniendo en cuenta, que, en la actualidad, en su mayoría, las personas se generan unas imágenes mentales ya pre establecidas, dónde ven al campesino con machete y ruana. A partir de ahí se generan unos retos que aparecen en el siglo XXI, ligados a cómo el campo se está envejeciendo. Lo anterior, debido a que actualmente se dedican a esta labor personas mayores de 40 a 50 surgiendo la pregunta de ¿qué sucedería en un futuro con la sostenibilidad alimentaria?
Es así como esta iniciativa identificó procesos de organización campesina, comunitaria, popular y apuestas individuales que permitieran identificar el futuro del campo. La investigación se realizó en Boyacá, Cundinamarca y en el Cauca. En este último departamento, se ha caracterizado por ser un territorio de resistencia y de organización, en el que se sitúan organizaciones campesinas de relevancia.
El Claustro entrevistó al docente Alex Andrés López Guevara, investigador del proyecto quien dio a conocer detalles de esta iniciativa del semillero en Comunicación y Estéticas audiovisuales del programa de Comunicación Social de la FUP.
¿En qué consiste ser campesino en el siglo XXI?
R/ Durante la investigación se identificaron diferentes perfiles del campesino colombiano. Como parte del contexto de una agricultura familiar, se evidenció el papel de los productores a baja escala, quienes se preocuparon por su sustento alimenticio de forma sana, limpia, logrando mantener una unidad de producción básica. El cooperativismo de un conjunto de agricultores familiares logró establecer redes de comercio interesantes de documentar.
Hay otro segundo rol, es el del trabajador del campo, que trabaja con la tierra, pero no es dueña de ella, labora para otro, siendo este el sector a la que pertenece la mayoría del campesinado colombiano que está supeditado a condiciones económicas difíciles de manejar.
Por último, está el empresario del campo, que es el que tiene ya una visión desde la agroindustria, desde el consumo de agroquímicos y tiene la masificación de la producción, generalmente dedicados al monocultivo y a la producción agrícola. Son tres vertientes diferentes, que implican, a su vez, tres estéticas diferentes.
Haciendo alusión a lo citado anteriormente se ha querido hacer una exploración visual desde la fotografía, desde lo audiovisual, lo artístico, y a partir de ahí entender que las estéticas también son políticas, jugando de forma constante con el discurso.
¿Cuál es el escenario que enfrenta el campesino en la actualidad?
R/ Los retos que se enfrentan ahora son los mismos retos del siglo XX, los mismos que vienen desde la reforma agraria que se planteó en Colombia incluso desde antes del surgimiento de las guerrillas, y es la tenencia de la tierra.
Existe un problema grave de distribución de tierras en Colombia. El 90% de ellas están concentradas en menos del 10% de la población. Vivimos aún en la lógica del latifundio, una lógica prácticamente medieval del uso del suelo y se han topado con muchos casos en los que aún siguen manteniéndose prácticas como el terraje, que tienen que ver precisamente con que existe un gran propietario. Algunas tendencias políticas sostienen esta situación como una realidad del desarrollo del campo, poniendo al campesino en una posición inequitativa que implica retos a nivel organizativo.
Ahora, en pleno siglo XXI, se abre un nuevo reto y es el de la sostenibilidad ecológica. Desde la revolución verde a mediados del siglo XX se empezó con una lógica del desarrollo del campo que llegó a demostrar un punto de no sostenibilidad a nivel ambiental visto en términos geopolíticos y en términos globales. El tema del sostenimiento ambiental del planeta, hace surgir otro tipo de dinámicas de producción que también se han identificado, y se quiere ilustrar visualmente entendiéndolas desde la óptica de la comunicación social y audiovisual.
A partir de la experiencia obtenida en las salidas de campo a diferentes zonas como Cauca, Boyacá y Cundinamarca, ¿qué impresión tiene acerca del campesinado colombiano?
R/ En Colombia hay una o dos generaciones en todos nosotros, en las que ha existido un vínculo profundo con el campo. Durante la investigación, por ejemplo, nos encontramos con personajes interesantes para documentar como es el caso de Facundo, un argentino investigador de la lengua muisca quien realizó un proceso de recuperación de esta jerga a partir de los cronistas de indias y de los catequismos. A partir de este proceso entendió la importancia de vivir en el campo y le apostó a proyectos de soberanía alimentaria generando una autonomía a nivel financiero. Una propuesta interesante de vida que mezcla la cultura rural y campesina con las comodidades que ofrece el siglo XXI.
Otro de los personajes destacados fue el de don Milcíades. Quien ha construido unos molinos con rocas gigantes que funcionan a partir de la fuerza hidráulica, pasan por debajo un riachuelo, a partir de ahí se mueven las rocas y muelen el maíz o el trigo. Fue como hacer un viaje en el tiempo, llegar allá y poder entrar al molino construido completamente en tierra y barro.
Hoy Colombia se debate entre ese futuro del campo, cómo se puede entender, y en muchas ocasiones se encuentra con discursos que menosprecian la labor del campesino, y, que han hecho que él mismo no se reconozca y empiece a ver que el campo es algo que hay que abandonar. Surge la necesidad de pensar una estrategia comunicativa, de empezar a generar productos que sean llamativos a la vista del espectador, para así generar ese interés por la zona rural, e instalar el discurso del campo entendiéndolo como el futuro de la soberanía alimentaria colombiana.