He vivido muchas tormentas y días de sol en donde por segundos estaba tan contento y de repente despertaba consciente, la vida ya no era esa vida de sueños y de ilusiones que disfrutaba…la realidad era cruda en donde deseaba no haber despertado o quizá si, pero despertar justo en la época cuando tenía a mi familia.
Aquellos tiempos sin lugar a dudas eran de los más bellos de mi vida si no hubiese sido por mi «mala cabeza» y mi gusto a un vicio…. Un vicio que consume día a día a jóvenes, gente mayor y otras edades sin distinción de género y/o otros factores porque no le llaman vicio, le llaman gusto. Al no reconocer que se perjudica la salud, se pierde la autonomía, el bienestar de sus seres queridos, no sólo por el gasto económico que conlleva sino también por esas veces en que el alcohol te vuelve violento, te asciende de estrato económico, te crees todo un «don Juan» tus seres queridos sufren.
Yo en lugar desconocido en donde tuve algunos amoríos fallidos y después uno de ellos «senté cabeza» y conforme una familia, lastimosamente ya no tenía ni la mitad de lo que solía tener. Ahora debía de empezar de cero y darle un sustento a mi familia lo cual no fue nada fácil, el nacimiento de mi hija trajo aún más gastos. Problemas llegaban cada fin de semana, luego…casi toda la semana, me la pasaba tomando lo que fuera; cerveza, ron, aguardiente incluso guarapo. Mi mujer me sobrellevó algún tiempo pero la situación seguía sin cambiar, de hecho, empeoraba, fue entonces que ella decidió irse con mi hija. Mi familia me abandonó.
Me fui a vivir con mi hermano, en medio de mi «soledad» me invadieron recuerdos, traumas de mi infancia como cuando mi mamá era trabajadora sexual, fumaba y andaba en ese mundo de «perdición», ella me ayudó a entrar en el mundo del cigarrillo un vicio que habita en mi desde hace bastante tiempo, gracias a mis amistades ascendí a la marihuana, luego conocí el basuco, poco a poco me fue gustando más al punto de irme un día a la ciudad perdiéndome en las calles y durmiendo bajo un puente, la dependencia era notoria, ocasiones en donde «la traba» me duraba tres días… tres días durmiendo sin sentir el sol o que me estorbara algún ruido.
Al despertar aparecía el hambre, desespero, la razón llegaba a mí y atormentaba mi conciencia, quería volver a casa, tener un plato de comida en la mesa; no obstante, el remordimiento no era suficiente debía salir a buscar comida, también a buscar monedas para el vicio. En un principio pedía comida en los restaurantes y me daban, con el tiempo los días sin bañarse causaron consecuencias como el olor, motivo suficiente para no dejarme entrar a ciertos sitios, la comida me la daban afuera y debía irme rápido, algunas veces no obtenía nada, salía a buscar entre los botes y bolsas de basura comiendo desperdicios algunas veces contaminados por basura sacada del baño.
Con la cara negra debido a las llantas que se queman en los «cambuches» para calentarse y que el frío no agobie más.
Un día al despertar y emprender a buscar chatarra para comprar bazuco, encontré en medio de la basura lo que aparentaba ser un gran hallazgo. Al alzarlo para llevarlo en mi hombro, sentí algo, pasé la mano por la espalda y al ver un pedazo de carne me asusté, empecé a gritar. Las personas que se encontraban cerca me ‘echaron’ agua para posteriormente llevarme al hospital a que me curaran las heridas que me había causado el ácido que llevaba en la estopa. Aprovecharon los médicos y me operaron una hernia la cual crecía y parecía una naranja.
Me recuperé, volví a mi hogar en donde recibí apoyo, cuidados, volviendo a mi vida «normal» sin embargo, al pasar unos días volví a las calles de las que pasado unos días volvieron a sacarme, así pasaron un par de veces hasta que un día ya no quisieron venir por mí, perdiéndome con cada segundo que pasa en este «infierno» del que quisiera salir y no haber caído nunca. Gracias al vicio perdí gran parte de mi vida, ¡salud! mis seres queridos y tantas cosas bonitas que tenía y de las que podía disfrutar pero ahora se esfumaron, ya no están.